Señor, ¿cómo puedo darte suficientes gracias por mis hijos? Lo sé, lo sé, me quejo mucho de ellos y los regaño demasiado, pero estoy real y verdaderamente agradecido de que tú nos hayas honrado dÔndonos esos niños en nuestro hogar.
Cuando aĆŗn era soltera, supongo que sabĆa de manera teórica que āherencia de JehovĆ” son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientreā (Salmo 127:3). Pero la realidad es mucho mĆ”s asombrosa. Los nueve meses de asombro mientras crece una nueva vida . . . el increĆble proceso del parto . . . los primeros llantos y las primeras caricias. SeƱor, Āæcómo puede seguir siendo ateo alguien que haya visto el drama en una sala de partos?
Mis hijos son una herencia. Ellos son un premio que viene de ti; ayĆŗdame a verlos siempre de esa manera. Te doy gracias por sus risas, por su insensatez, su inocencia, sus preguntas, su energĆa y por las cosas sorprendentes que salen de sus bocas.
Hoy, los vuelvo a dedicar a ti. TĆŗ los diseƱaste y los formaste, oh Padre. SeƱor JesĆŗs, tĆŗ los redimiste. EspĆritu, tĆŗ vives en ellos. GuĆ”rdalos siempre como tuyos, conserva a sus Ć”ngeles guardianes a su lado como has prometido, ayĆŗdalos a convertirse en adultos que hallen gozo en servirte y en edificar tu reino. SeƱor, gracias por el milagro de mis hijos.