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domingo, enero 19, 2025
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Orlando…

Ese lunes 6 de junio 2022 al mediodía, me llama mi madre: ¡hija mía, han herido a Orlandito!, como solían llamarle todos los que pasan los 65 años.

Cuando leí la prensa dominicana, había sido asesinado, lloré de impotencia, dolor, sentimientos encontrados, llamé a mi amigo Robert Polanco, no me creía lo que escuchaba, a los 15 minutos lo vi en las noticias, en las afueras del Ministerio de Medio Ambiente, desorientado sin saber nada de quién fue su amigo y compañero.

Orlando Jorge Mera era un hombre que desde su niñez fue amado por el pueblo dominicano, su adolescencia marcada por la deshonra más grande a un expresidente dominicano e intelectual del derecho.

Siempre admiré a Orlando, era educado, decente, calmado, conciliador, digno comportamiento de alguien que se proyectaba como un futuro Presidente.
Cuando llegaba a cualquier actividad del partido, saludaba a todos, pocas veces lo veía con seguridad o aparataje.

Me desempeñé en múltiples ocasiones como delegada electoral y varias veces participé en sus reuniones, no importaba lo tonta o desenfocada la pregunta, siempre contestaba con una sonrisa.

Era tan diferente a la mayoría de las personas que militamos en el partido, que nos caracterizamos por tener sangre caliente, que en algunas ocasiones llegué a preguntarle a algunos compañeros ¿y es que Orlandito no tiene sangre?

Orlandito amaba su país, amaba su partido tanto el viejo como el nuevo, nunca llegó tarde a una reunión, era respetuoso hasta del tiempo de los demás.

Antes del lunes 6 de junio del 2022, había decidido seguir criando a mis hijas y no involucrarme más en actividades políticas, ese lunes pensé: vale la pena el sacrificio profesional y personal por un país, donde cada día los valores patrios y tradicionales están en decadencia.

Pero hoy analicé si calla el cantor, calla la vida, y si la vida calla entramos en la muerte.

Dios tenga a su lado a Orlando Jorge Mera y tenga piedad y misericordia de nosotros. ¡Amen!

Isaías 57:1 El justo perece, y no hay quién se preocupe; los hombres piadosos son arrebatados, sin que nadie comprenda que ante el mal es arrebatado el justo.

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