
La asunción de Donald Trump como presidente norteamericano plantea muchas expectativas tanto a lo interno como a lo externo. Enfatizando su visión conservadora de un renacimiento nacional, prometiendo restaurar la grandeza de América y enfrentar lo que él llama una élite radical y corrupta, sus primeras declaraciones como mandatario no dejan de ser interrogantes y audaces.
Y es que sus afirmaciones sobre deportaciones masivas de indocumentados, emergencias nacionales, cambio climático y políticas comerciales proteccionistas, plantean desafíos tanto en lo doméstico como en la política exterior. Internamente, Trump promete una agenda nacionalista que prioriza la seguridad fronteriza y la recuperación económica a través de aranceles y reformas energéticas.
Mientras que en lo internacional busca reafirmar la posición de Estados Unidos en el escenario global, incluso desafiando acuerdos y compromisos anteriores. Enfocado en temas como el canal de Panamá, la adquisición de territorios y la exploración espacial, su nuevo –y último- mandato ratifica una ambición que busca proyectar poderío más allá de las fronteras físicas.
Sin embargo, y aun en medio de las interrogantes, República Dominicana (RD) luce tener asteriscos a su favor en la agenda del recién llegado presidente. El que antes de asumir ya haya anunciado la nominación de una embajadora de esa nación ante el país manda un mensaje positivo.
Pero además, los favorables epítetos en materia de gestión, logros y recuperación que el nominado secretario de Estado Marco Rubio pronunciara sobre nosotros, reconociendo también la carga pesada que la crisis haitiana nos provoca, dejan claro que RD no será una nación cualquiera para esta administración por lo que hay lugar para el optimismo.