¿Por qué muchos actores políticos y sociales están apoyando a Luis Abinader, independientemente de la gestión de su gobierno, que tiene como toda gestión, un balance de aciertos y desaciertos, de puntos luminosos y obscuros?
Creo que la razón principal es que resulta obvio que se está cerrando un ciclo político-partidario histórico, que comenzó entre 1994 y 1996, y que fue dominado por el PLD durante 20 años. Luis Abinader, que arriba al gobierno por la división del PLD, como presidente ha demostrado tener en general un talante abierto, receptivo, dinámico, resolutivo, pero, sobre todo, ha empezado como Jefe de Estado a encarar el mayor desafío de la nación, el “ único verdadero gran problema”, como dijera su padre Don José Rafael Abinader.
Ha cambiado sustancialmente el discurso de política exterior procurando la internacionalización de la solución a los problemas de Haití en Haití; ha emprendido, es cierto que con limitaciones y rezagos, el muro fronterizo e importantes obras en la frontera sur y norte. También, ha propiciado esfuerzos de unificación nacional, para asumir compromisos de Estado de cambiar en firme las políticas públicas en materia de defensa y seguridad, de desarrollo fronterizo, control migratorio y extranjería, de reformas estructurales en la agropecuaria, la construcción y los servicios…de nacionalización del trabajo. Si en un segundo mandato, cumple consecuentemente con esos compromisos sagrados- si no vacila y se devuelve o claudica-, pasara a la historia dominicana y continental con relieves de Estadista y Prócer.
Sin embargo, esa misión es enorme, ardua, compleja, y por tanto, no es ni puede ser responsabilidad de un gobierno, de una coalición de partidos, de un Presidente. Son los “hechos testarudos”, difíciles de ver y gestionar, los que la están imponiendo. Es tarea de nación y de Estado, que si no se cumple cabalmente, dañará la existencia del pueblo dominicano de modo irreversible-ya que estamos siendo ocupados y balcanizados progresivamente-, y terminaremos siendo tratados peor que una colonia.
Comprendemos que hay muchas poderosas fuerzas foráneas, muy agresivas e ideologizadas, en contra de República Dominicana -como advirtió recientemente el Senador Marcos Rubio-, incluso con sus representantes en el mismo gobierno, en la oposición, en la sociedad civil y el alto empresariado. Pero sabemos también que el pueblo dominicano va despertando, unificándose, concientizándose, movilizándose; y que al final, deberá ser el gran actor histórico, supremo, de su propio destino. O resiste y cambia las tendencias, o sucumbe y extingue.
La otra gran tarea nacional que tenemos por delante, no es menos importante: terminar relativamente bien el ciclo histórico político partidario, y unidos emprender el nuevo, sin grandes rupturas ni traumas, con paz interior y estabilidad institucional.
Sobre este particular, Luis Abinader ha demostrado hasta el momento que está consciente de que debe encabezar, sin mesianismos ni ambiciones continuistas, un gobierno de unidad nacional de amplia base, que permita una recomposición tranquila-o lo menos turbulenta posible-, de las fuerzas políticas y sociales, sobre todo cuando encaramos un entorno exterior global, regional e insular tan peligroso, volátil y adverso, que sin dudas marcará el signo del nuevo ciclo histórico en el que entramos.
El riesgo de intervención internacional en toda la Isla es alto, y es necesario que estemos conscientes de ello, para que se hagan todos los sacrificios necesarios por evitar que termine de ejecutarse el crimen internacional que se trama hace largo tiempo en contra del pueblo dominicano.
Un obstáculo importante será lidiar con las evidentes dificultades que planteará tanto la descomposición y caída de un partido histórico como el PLD, en sus versiones verde y morada-que llegó a convertirse en Partido Estado, y que se proyectó para gobernar hasta el 2044-, como de las luchas facciosas partidarias que rebrotan con fuerza en la política dominicana, incluyendo al PRM en el gobierno, de cara a una prueba electoral de locuras como será la del 28. Por tanto, si la historia sirve para algo, se impone alejar “el espíritu faccioso de Desiderio”, y prepararse para poner los intereses de la nación por encima de los intereses de partidos, corrientes ideologícas, o de las conveniencias de ocasión de los poderes fácticos.
Viendo lo que sucede en el mundo, el continente y la isla, no voy a decir que “ lo mejor está por venir”. En cambio, si voy a afirmar que es hora de nación, no de partidos, y que el futuro del pueblo dominicano, que puede ser extraordinario, dependerá de la capacidad que demostremos de ser una nación libre, soberana e independiente, dispuesta a defender nuestros derechos inalienables en cualquier terreno, con un proyecto de nación fuerte, justo e integrador Los desafíos de la Nación y los compromisos de Luis Abinader. Por Pelegrín Castillo Seman.
¿Por qué muchos actores políticos y sociales están apoyando a Luis Abinader, independientemente de la gestión de su gobierno, que tiene como toda gestión, un balance de aciertos y desaciertos, de puntos luminosos y obscuros?
Creo que la razón principal es que resulta obvio que se está cerrando un ciclo político-partidario histórico, que comenzó entre 1994 y 1996, y que fue dominado por el PLD durante 20 años. Luis Abinader, que arriba al gobierno por la división del PLD, como presidente ha demostrado tener en general un talante abierto, receptivo, dinámico, resolutivo, pero, sobre todo, ha empezado como Jefe de Estado a encarar el mayor desafío de la nación, el “ único verdadero gran problema”, como dijera su padre Don José Rafael Abinader.
Ha cambiado sustancialmente el discurso de política exterior procurando la internacionalización de la solución a los problemas de Haití en Haití; ha emprendido, es cierto que con limitaciones y rezagos, el muro fronterizo e importantes obras en la frontera sur y norte. También, ha propiciado esfuerzos de unificación nacional, para asumir compromisos de Estado de cambiar en firme las políticas públicas en materia de defensa y seguridad, de desarrollo fronterizo, control migratorio y extranjería, de reformas estructurales en la agropecuaria, la construcción y los servicios…de nacionalización del trabajo. Si en un segundo mandato, cumple consecuentemente con esos compromisos sagrados- si no vacila y se devuelve o claudica-, pasara a la historia dominicana y continental con relieves de Estadista y Prócer.
Sin embargo, esa misión es enorme, ardua, compleja, y por tanto, no es ni puede ser responsabilidad de un gobierno, de una coalición de partidos, de un Presidente. Son los “hechos testarudos”, difíciles de ver y gestionar, los que la están imponiendo. Es tarea de nación y de Estado, que si no se cumple cabalmente, dañará la existencia del pueblo dominicano de modo irreversible-ya que estamos siendo ocupados y balcanizados progresivamente-, y terminaremos siendo tratados peor que una colonia.
Comprendemos que hay muchas poderosas fuerzas foráneas, muy agresivas e ideologizadas, en contra de República Dominicana -como advirtió recientemente el Senador Marcos Rubio-, incluso con sus representantes en el mismo gobierno, en la oposición, en la sociedad civil y el alto empresariado. Pero sabemos también que el pueblo dominicano va despertando, unificándose, concientizándose, movilizándose; y que al final, deberá ser el gran actor histórico, supremo, de su propio destino. O resiste y cambia las tendencias, o sucumbe y extingue.
La otra gran tarea nacional que tenemos por delante, no es menos importante: terminar relativamente bien el ciclo histórico político partidario, y unidos emprender el nuevo, sin grandes rupturas ni traumas, con paz interior y estabilidad institucional.
Sobre este particular, Luis Abinader ha demostrado hasta el momento que está consciente de que debe encabezar, sin mesianismos ni ambiciones continuistas, un gobierno de unidad nacional de amplia base, que permita una recomposición tranquila-o lo menos turbulenta posible-, de las fuerzas políticas y sociales, sobre todo cuando encaramos un entorno exterior global, regional e insular tan peligroso, volátil y adverso, que sin dudas marcará el signo del nuevo ciclo histórico en el que entramos.
El riesgo de intervención internacional en toda la Isla es alto, y es necesario que estemos conscientes de ello, para que se hagan todos los sacrificios necesarios por evitar que termine de ejecutarse el crimen internacional que se trama hace largo tiempo en contra del pueblo dominicano.
Un obstáculo importante será lidiar con las evidentes dificultades que planteará tanto la descomposición y caída de un partido histórico como el PLD, en sus versiones verde y morada-que llegó a convertirse en Partido Estado, y que se proyectó para gobernar hasta el 2044-, como de las luchas facciosas partidarias que rebrotan con fuerza en la política dominicana, incluyendo al PRM en el gobierno, de cara a una prueba electoral de locuras como será la del 28. Por tanto, si la historia sirve para algo, se impone alejar “el espíritu faccioso de Desiderio”, y prepararse para poner los intereses de la nación por encima de los intereses de partidos, corrientes ideologícas, o de las conveniencias de ocasión de los poderes fácticos.
Viendo lo que sucede en el mundo, el continente y la isla, no voy a decir que “ lo mejor está por venir”. En cambio, si voy a afirmar que es hora de nación, no de partidos, y que el futuro del pueblo dominicano, que puede ser extraordinario, dependerá de la capacidad que demostremos de ser una nación libre, soberana e independiente, dispuesta a defender nuestros derechos inalienables en cualquier terreno, con un proyecto de nación fuerte, justo e integrador de todos los dominicanos, de afirmación orgullosa de la dominicanidad. !Nunca seremos una finca con pasaporte de unos pocos dueños, como han pretendido algunos poderosos oligarcas y políticos domésticados o irresponsables, que son los que nos han metido en la trampa letal de ser el Estado pivote o tapón, de la abismal y destructiva crisis de Haití ! !Solo el pueblo unido, con la Gracia de Dios, salvará la Patria! de todos los dominicanos, de afirmación orgullosa de la dominicanidad. !Nunca seremos una finca con pasaporte de unos pocos dueños, como han pretendido algunos poderosos oligarcas y políticos domésticados o irresponsables, que son los que nos han metido en la trampa letal de ser el Estado pivote o tapón, de la abismal y destructiva crisis de Haití ! !Solo el pueblo unido, con la Gracia de Dios, salvará la Patria! Castillo Seman.
¿Por qué muchos actores políticos y sociales están apoyando a Luis Abinader, independientemente de la gestión de su gobierno, que tiene como toda gestión, un balance de aciertos y desaciertos, de puntos luminosos y obscuros?
Creo que la razón principal es que resulta obvio que se está cerrando un ciclo político-partidario histórico, que comenzó entre 1994 y 1996, y que fue dominado por el PLD durante 20 años. Luis Abinader, que arriba al gobierno por la división del PLD, como presidente ha demostrado tener en general un talante abierto, receptivo, dinámico, resolutivo, pero, sobre todo, ha empezado como Jefe de Estado a encarar el mayor desafío de la nación, el “ único verdadero gran problema”, como dijera su padre Don José Rafael Abinader.
Ha cambiado sustancialmente el discurso de política exterior procurando la internacionalización de la solución a los problemas de Haití en Haití; ha emprendido, es cierto que con limitaciones y rezagos, el muro fronterizo e importantes obras en la frontera sur y norte. También, ha propiciado esfuerzos de unificación nacional, para asumir compromisos de Estado de cambiar en firme las políticas públicas en materia de defensa y seguridad, de desarrollo fronterizo, control migratorio y extranjería, de reformas estructurales en la agropecuaria, la construcción y los servicios…de nacionalización del trabajo. Si en un segundo mandato, cumple consecuentemente con esos compromisos sagrados- si no vacila y se devuelve o claudica-, pasara a la historia dominicana y continental con relieves de Estadista y Prócer.
Sin embargo, esa misión es enorme, ardua, compleja, y por tanto, no es ni puede ser responsabilidad de un gobierno, de una coalición de partidos, de un Presidente. Son los “hechos testarudos”, difíciles de ver y gestionar, los que la están imponiendo. Es tarea de nación y de Estado, que si no se cumple cabalmente, dañará la existencia del pueblo dominicano de modo irreversible-ya que estamos siendo ocupados y balcanizados progresivamente-, y terminaremos siendo tratados peor que una colonia.
Comprendemos que hay muchas poderosas fuerzas foráneas, muy agresivas e ideologizadas, en contra de República Dominicana -como advirtió recientemente el Senador Marcos Rubio-, incluso con sus representantes en el mismo gobierno, en la oposición, en la sociedad civil y el alto empresariado. Pero sabemos también que el pueblo dominicano va despertando, unificándose, concientizándose, movilizándose; y que al final, deberá ser el gran actor histórico, supremo, de su propio destino. O resiste y cambia las tendencias, o sucumbe y extingue.
La otra gran tarea nacional que tenemos por delante, no es menos importante: terminar relativamente bien el ciclo histórico político partidario, y unidos emprender el nuevo, sin grandes rupturas ni traumas, con paz interior y estabilidad institucional.
Sobre este particular, Luis Abinader ha demostrado hasta el momento que está consciente de que debe encabezar, sin mesianismos ni ambiciones continuistas, un gobierno de unidad nacional de amplia base, que permita una recomposición tranquila-o lo menos turbulenta posible-, de las fuerzas políticas y sociales, sobre todo cuando encaramos un entorno exterior global, regional e insular tan peligroso, volátil y adverso, que sin dudas marcará el signo del nuevo ciclo histórico en el que entramos.
El riesgo de intervención internacional en toda la Isla es alto, y es necesario que estemos conscientes de ello, para que se hagan todos los sacrificios necesarios por evitar que termine de ejecutarse el crimen internacional que se trama hace largo tiempo en contra del pueblo dominicano.
Un obstáculo importante será lidiar con las evidentes dificultades que planteará tanto la descomposición y caída de un partido histórico como el PLD, en sus versiones verde y morada-que llegó a convertirse en Partido Estado, y que se proyectó para gobernar hasta el 2044-, como de las luchas facciosas partidarias que rebrotan con fuerza en la política dominicana, incluyendo al PRM en el gobierno, de cara a una prueba electoral de locuras como será la del 28. Por tanto, si la historia sirve para algo, se impone alejar “el espíritu faccioso de Desiderio”, y prepararse para poner los intereses de la nación por encima de los intereses de partidos, corrientes ideologícas, o de las conveniencias de ocasión de los poderes fácticos.
Viendo lo que sucede en el mundo, el continente y la isla, no voy a decir que “ lo mejor está por venir”. En cambio, si voy a afirmar que es hora de nación, no de partidos, y que el futuro del pueblo dominicano, que puede ser extraordinario, dependerá de la capacidad que demostremos de ser una nación libre, soberana e independiente, dispuesta a defender nuestros derechos inalienables en cualquier terreno, con un proyecto de nación fuerte, justo e integrador de todos los dominicanos, de afirmación orgullosa de la dominicanidad. !Nunca seremos una finca con pasaporte de unos pocos dueños, como han pretendido algunos poderosos oligarcas y políticos domésticados o irresponsables, que son los que nos han metido en la trampa letal de ser el Estado pivote o tapón, de la abismal y destructiva crisis de Haití ! !Solo el pueblo unido, con la Gracia de Dios, salvará la Patria!